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Ha llegado la Navidad ¡Celebremos juntos!

DÍA 19: Amar su venida

“En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman Su venida”. 2 Timoteo 4:8
 
¿Hasta cuándo lloraremos, sufriremos y enfermaremos? ¿Cuándo serán consolados completamente los que lloran y serán saciados totalmente los hambrientos de justicia?
 
Milenios atrás, los cautivos de Israel oyeron la promesa de que el Hijo del Hombre recibiría un dominio eterno que nunca pasará y establecerá un reino que no será destruido (Dn. 7:13-14). Esta es la respuesta de Dios para la rebelión humana y el dolor que hay en este mundo. El reino de Dios restauraría la creación.
 
La esperanza de los creyentes descansaba sobre esta promesa. Algún día llegaría el Rey y destruiría toda maldad. Cada día de escasez, opresión, enfermedad y soledad los hacía clamar: ¡Venga tu reino, Señor, envía a tu Ungido!
 
El evangelio nos muestra que este Rey ya vino para inaugurar su reino, para que podamos arrepentirnos de nuestros pecados, ser salvos y así no perecer cuando este reino sea consumado en el futuro y todos los reinos del mundo desaparezcan. Ahora amamos el segundo Adviento del Rey y esperamos ese día en donde recibiremos por completo la recompensa que Él tiene para nosotros por pura gracia. Hoy necesitamos recuperar la centralidad de esta confianza. Nuestras aspiraciones de plenitud deben orientarse a la consumación del reino de Dios.
 
No podemos descansar en manos de gobernantes, influencers, naciones, empresas, leyes y relaciones caídas. ¡Nos dejarán caer! Nuestra esperanza no puede reposar completamente en todas esas cosas. Solo la llegada de lo perfecto, santo, fiel, de un nuevo orden justo, puede satisfacernos.
 
Se acerca ese momento, el final del dolor, la plenitud verdadera. Una nueva familia, una nueva creación, un nuevo cuerpo, y la libertad de tentación llegarán con el Reino de los cielos. Encontraremos el mundo perfecto, reposaremos para siempre. ¿Hasta cuándo padeceremos? Hasta la segunda venida de Jesús. Por eso, no desmayes en tu caminar con el Señor. Aún falta un poco de tiempo. Cuando pienses que no puedes seguir, que tus fuerzas se acaban, que pierdes la esperanza, recuerda: Dios renueva tus fuerzas. Él nos infundirá aliento y nos sostendrá hasta el día de su reino. Se acerca nuestra redención, se acerca nuestra libertad. Mientras tanto, únete a los santos de cada época y pide por la llegada de tu consuelo: “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo” (Mt. 6:10).
 
El Salvador que durmió en un pesebre volverá pronto en gloria y majestad para consumar nuestra esperanza. ¿Descansas en el retorno de Jesucristo?
Espera con alegría, espera con gozo la venida de tu Salvador, Él viene pronto por cada uno de nosotros.
 
¡Feliz Navidad y que este 2022 sea un año de nuevas oportunidades en el Señor!
 

DÍA 17: Vida abundante

“El ladrón solo viene para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10

En el contexto de este versículo, Jesús se identifica como Aquel a quien pertenecen las ovejas de Dios. También nos muestra cómo Él es el pastor verdadero y bueno, el cual entra por la puerta del redil de las ovejas. Jesús llama a las ovejas por su nombre; las conoce bien, va delante de ellas y es reconocido y seguido por ellas (Jn. 10:3-5, 14).

El Buen Pastor también es el único que da su vida por sus ovejas vulnerables e indefensas para protegerlas y librarlas del peligro. Con esto en mente, Jesús nos dice que Él vino para que tengamos vida en abundancia, lo cual debe llevarnos a reflexionar: “¿Está mi vida siendo pastoreada por el Buen Pastor?”. La respuesta correcta que podemos ofrecerle al pastor Jesús es tener una vida de sumisión y dependencia total ante Él.

Sin embargo, muchas veces entendemos la “vida abundante” como una vida simplemente larga sobre la tierra o una que es fácil y cómoda en el mundo. Solemos pensar que tener vida abundante se trata de satisfacer nuestros propios deseos egoístas. Pero, en realidad, la vida abundante que Jesús ofrece es una de satisfacción y contentamiento pleno en Él. Jesús vino a dar su vida por sus ovejas en la cruz, muriendo y resucitando por los suyos.

¡El gozo que experimentamos por esta verdad es eterno! Por lo tanto, no tenemos que malgastar el tiempo buscando “abundancia” falsa y pasajera en otro lugar.

En esta Navidad, recuerda: ¿qué es la venida de Cristo, sino esto: “He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”? La vida abundante no es solo tener cosas. Es tener paz. Es tener gozo eterno. Es tener a Cristo (Jn. 3:16). Él es el Buen Pastor que vino a derramar abundante sangre, por los abundantes pecados de sus ovejas, para darnos abundante vida en Él. ¿Estás buscando en otro lugar lo que ya se te ha dado en Jesús?

DÍA 17: Cántico del cielo

“De repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace”. Lucas 2:13-14

En la antigüedad y aún en décadas recientes, la llegada de un rey o una reina que visita otro país o llega a su palacio era considerado un evento significativo. Era una ceremonia muy importante con cánticos, decoraciones de gala y multitudes esperando con expectativa desde lejos para ver al rey o la reina. Sin embargo, por más importante que sea toda entrada real en esta tierra, ninguna se compara al anuncio de aquella noche cuando nació el Rey del universo.

Los versículos de hoy, nos muestran el cántico de una multitud de los ejércitos celestiales alabando a Dios por el nacimiento del Rey. Es el cántico que tanto el cielo como la tierra esperaban con tanto anhelo porque por fin llegó el Rey Mesías prometido. En la Biblia encontramos la obra escrita por Dios que poco a poco fue revelándose en sus páginas hasta que en ese momento, al fin, se abrieron las cortinas que guardaban el gran misterio: Cristo el Rey tomó forma de hombre, siendo completamente Dios, para traernos salvación.

¿Qué cantan estas multitudes de los ejércitos celestiales? Un cántico que da gloria a Dios porque Él ha traído paz a la humanidad. ¿A quiénes exactamente se les ha dado esta paz? En quienes Él se complace. Esto quiere decir que la paz que Dios nos da es una obra de gracia, porque Él mismo nos da la paz dándonos a su Hijo.

Esta paz es la que disfrutamos con Dios, ya que fuimos perdonados en Cristo al arrepentirnos de nuestros pecados. Su complacencia en nosotros hace que no nos quedemos como enemigos o simples curiosos que observan al Rey desde lejos, sino que ahora nos unimos al cántico de la llegada del Rey, siendo nosotros sus hijos e hijas. Por lo tanto, oremos para que Dios nos permita entender y cantar también que el Rey vino por nosotros porque al Padre le plació darnos salvación en Cristo. ¡Gloriosa gracia del Rey!

DÍA 16: Adoradores gentiles

“Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos sabios del oriente llegaron a Jerusalén, preguntando: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos Su estrella en el oriente y lo hemos venido a adorar”. Mateo 2:1-2

Un viaje largo e incómodo, pero con deseos de encontrar al Rey. No tenemos mucha información sobre la identidad de estos sabios. En la época en que nació Jesús ese título de “sabios” o “magos” aplicaba a quien se dedicara a la astrología, la interpretación de sueños, o el estudio de escritos sagrados.

Muchos judíos del exilio vivían en oriente, es posible que estos sabios estuvieran familiarizados con profecías bíblicas como esta: “Una estrella saldrá de Jacob, y un cetro se levantará de Israel” (Nm. 24:17). Todo parece indicar que lo que los sabios vieron en los cielos fue tan extraordinario que motivó el viaje.

Pero, el pueblo que esperaba al Mesías no tuvo el mismo entusiasmo. Lo negaron, lo ignoraron y, al final, lo mataron. No le dieron adoración. Perdieron la oportunidad de adorar en el acontecimiento más grande de la historia: el Dios encarnado vino a buscar lo que se había perdido (Lc. 19:10). Su venida no era solo para ellos, sino también para nosotros, gentiles (es decir, no israelitas) como los sabios de oriente.

Ellos decidieron emprender una larga travesía con un objetivo: adorar al Rey. No buscaban al Rey para corroborar una teoría astrológica, ¡lo buscaban para rendirle adoración! Es probable que no entendieran todo lo que Jesús significaba y cómo cambiaría al mundo; sin embargo, su actitud era un anuncio de lo que un día ocurrirá. El Rey que nació en Belén, sin pompa ni atavíos reales, será adorado por gente de toda lengua y nación (Ap. 7:9-10).

Cuando cada año llega la Navidad, quizá sin notarlo, nos encontramos en la misma situación: podemos actuar no como los sabios, sino como los contemporáneos del tiempo de Jesús. Entre el ajetreo, los compromisos y celebraciones, lo perdemos de vista. A diferencia de los sabios, nos embarcamos en otras travesías que, en lugar de acercarnos a Belén, nos alejan. En lugar de corazón de adoradores para Dios, tenemos corazones distraídos que olvidan que la Navidad se trata de adorar al Rey que nació, murió, resucitó y regresará en toda Su gloria. ¿Cómo puedes adorar más al Señor con tu vida e invitar a otras personas a hacer lo mismo?

DÍA 15: El tiempo perfecto

“Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos”. Gálatas 4:4-5
 
Pablo, en su carta a los gálatas, confrontó a sus lectores, pues varios de ellos habían tergiversado el evangelio haciéndole creer a otros que era necesario llevar a cabo ciertas prácticas religiosas para poder gozar del favor de Dios. Pablo les respondió con firmeza y les enseñó que el evangelio de Cristo es suficiente para nuestra salvación.
 
¿Cómo es que ese tierno bebé, envuelto en pañales y nacido en Belén, sería suficiente? Tal vez has pensado que has tomado las peores decisiones o que has sido una mala persona y, aunque has pedido perdón, crees que no será suficiente. Vives cargando un peso como castigo por esas cosas que no hiciste bien.
 
El texto empieza con una palabra simple y poderosa a la vez: “Pero”. En los versículos anteriores, Pablo está recordándole a los gálatas lo que ellos eran antes: esclavos de la ley. “Pero” llegó el tiempo establecido por Dios para la llegada de Jesús, nacido de mujer y nacido bajo la ley. Sí, el redentor nació en carne y hueso tal como todos nosotros y también nació “bajo la ley”, es decir, que debía estar sujeto a la ley. Y aunque todos nacemos bajo la ley, Cristo es el único con la capacidad de cumplirla por completo.
 
Dios envió a su hijo en el tiempo perfecto, no solo para perdonar nuestros pecados y redimirnos, sino también para hacernos sus hijos. Cristo no solo nos redime de la maldición de la muerte que merecíamos por el pecado, sino que también nos hace parte de la bendición que Él merece: ahora somos redimidos y somos hijos de Dios. ¡Él es suficiente!
 
¿Habría algo que estos hombres pudieran haber hecho para obtener todos estos beneficios? ¡Nada! Nuestro mayor tesoro no es algo que podamos ganar mediante ningún logro o una buena conducta. Nuestro mayor tesoro es el regalo precioso de Cristo. ¡Un regalo inmerecido! Aquel bebé que aparentemente nadie esperaba fue el que hizo que la verdadera espera por nuestra redención terminara en el tiempo perfecto.
 

DÍA 14: Vino a cumplir

“No piensen ustedes que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir. Porque de cierto les digo que, mientras existan el cielo y la tierra, no pasará ni una jota ni una tilde de la ley, hasta que todo se haya cumplido”. Mateo 5:17-18
 
El Rey Jesús vino para salvarnos y su misión de rescate requería que Él cumpliera perfectamente la ley de Dios para que su obediencia se nos contara a nosotros por justicia (Ro. 5:19). Esta es una parte de su misión que muchos creyentes no apreciamos. Nos enfocamos en su muerte y resurrección, pero olvidamos este aspecto de su obra por nosotros.
 
Sin la obediencia plena de Cristo a todos los estatutos de la ley, la misión habría fracasado. Adán fracasó en el Edén en su intento de obedecer a Dios, por lo que la obediencia perfecta de Jesús logró lo que nosotros no podíamos lograr por nosotros mismos. Sin una obediencia que nos haga justos, nadie puede ser aceptado por Dios.
 
El problema es que, por nuestro pecado, nadie tiene la capacidad de obedecer perfectamente a Dios y todos somos merecedores de condenación (Ro. 1-3). Pero nosotros damos gloria a Dios por Cristo, quien cumplió toda la ley y ahora por medio de la fe en Él somos justificados (Ro. 5:1). Sin su completa obediencia, no podríamos ser declarados justos y, por lo tanto, no podríamos ser rescatados.
 
Ahora, cuando veas una escena de Navidad, no pienses solo en el glorioso momento en el que Jesucristo se hizo hombre. Piensa también en el camino de obediencia que se completó en la cruz y se confirmó por la resurrección. Si Cristo no hubiera cumplido la ley en nuestro lugar, Él estaría todavía en la tumba y nosotros sin esperanza. Cristo completó toda la misión y, por lo tanto, tenemos esta gloriosa esperanza de ser justificados delante de Dios. ¿Cómo puedes agradecer a Dios al comprender que Jesucristo completó tu salvación por su absoluta obediencia?
 

DÍA 13: Libres en Cristo

“Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, también Jesús participó de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida”. Hebreos 2:14-15
 
“Libertad” es una palabra cuyo significado ha cambiado en nuestros días, pues la libertad que nuestra generación anhela suena más a anarquía, donde libertad es hacer todo lo que quiero ahora.
 
En cambio, la definición bíblica de la libertad tiene una connotación más permanente y profunda: Cristo nos libertó del poder del pecado. Por su vida perfecta, muerte y resurrección, nos declaró libres de culpa, porque éramos culpables de hacer lo que queríamos en desobediencia al Señor.
 
Hoy, por su Espíritu Santo, somos verdaderamente libres para decir no al pecado, para amar a Dios, para amar a otros y para caminar creciendo en santidad y en el conocimiento de Dios. Gracias a que la muerte fue vencida de una vez y para siempre por Cristo, tenemos la esperanza de que lo peor que podría pasarnos en este lado de la eternidad, la muerte, será solo el inicio a una nueva vida.
 
¿Has visto la típica escena en las películas, en donde alguien es atacado y uno de los héroes, despoja al atacante de su arma y lo apunta de regreso? Cristo usó la peor arma contra la humanidad, la muerte, para vencer a nuestro atacante y mayor opositor con esa misma arma. Jesús, quien es verdaderamente hombre y verdaderamente Dios, mediante su muerte en la cruz derrotó al diablo y a la misma muerte a la que estábamos todos condenados.
 
Mediante la muerte de Jesús, tenemos libertad para vivir. Esta vida abundante nos es prometida, no solo para cuando lleguemos al cielo, sino desde que somos unidos a Cristo. En su encarnación, Cristo participó de nuestra humanidad, para que en su muerte y resurrección nosotros muriéramos al pecado y resucitáramos en vida y libertad.
 
En esta Navidad, medita: ¿vives conforme lo que ya es una realidad por Cristo y en Cristo? Que esta no sea solo una verdad intelectual, sino una realidad que experimentes cada día, permaneciendo y deleitándote en el Cristo resucitado, por cuya vida ahora gozas de vida eterna.
 

DÍA 12: Sacerdote eterno

“El SEÑOR juró y no se retractará: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”. Salmos 110:4
 
El salmista ofrece un anticipo del oficio sacerdotal que ejercería nuestro Señor como parte de su misión redentora. Tal oficio consiste en presentarse ante Dios para interceder por su pueblo. Por eso el autor de Hebreos cita este salmo para hablar del sacerdocio de Cristo (Heb. 7:1-28).
 
La figura de Melquisedec, un sacerdote en los días de Abraham, de quién no se sabe sobre su nacimiento ni muerte, ilustra el carácter inmortal de nuestro Señor. Por otro lado, el sacerdocio según el orden de Melquisedec es puesto en contraste con el de Aarón en tiempos antiguos. El sacerdocio de Aarón fue temporal, pues todos los sacerdotes de su linaje debían ser reemplazados al morir. Estos no podían ejercer sus funciones permanentemente por razones cronológicas. Pero Cristo, al no estar sujeto a la muerte porque ella no lo pudo retener, puede continuar su oficio y presentarse ante Dios sin interrupciones a favor de nosotros. De ahí la expresión: “Tú eres sacerdote para siempre”.
 
Nuestras mejores obras están manchadas por el pecado. Nuestra vida, servicio y obediencia no pueden llegar al cielo sin antes ser purificadas, ya que todas estas cosas están contaminadas por actitudes pecaminosas de nuestro corazón. Entonces, la naturaleza de la intercesión de Cristo tiene que ver con presentar los méritos, la suficiencia y la vigencia de su sacrificio a nuestro favor. Su sangre nos limpia del pecado. Toda nuestra vida, incluyendo nuestra obediencia, servicio y adoración, son tomadas por el Señor, purificadas por su sacrificio y ofrecidas ante el trono de Dios. Es decir, su intercesión logra que nuestra vida sea una ofrenda aceptable a Dios (1 P. 2:5).
 
Esto es lo que hace nuestro Sumo Sacerdote: interceder por nosotros, purificar nuestras vidas y presentarlas como ofrenda grata ante Dios. ¡Qué esperanza es para nosotros tener un sacerdote que vive eternamente para interceder por nosotros! El sacrificio de Jesús sigue siendo fuente de misericordia para su pueblo. Por eso podemos ofrecer nuestro servicio y obediencia a Dios con libertad y con la confianza de que el cielo las recibe. Esto es parte del propósito de la venida del Señor.
 

DÍA 11: Exalta a los humildes

“Hizo proezas con su brazo; desbarató las intrigas de los soberbios. De sus tronos derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes, y a los ricos los despidió con las manos vacías. Acudió en ayuda de su siervo Israel y, cumpliendo su promesa a nuestros padres, mostró su misericordia a Abraham y a su descendencia para siempre”. Lucas 1:51-55
 
Un tema muy importante para Lucas en la natividad es cómo Dios pone al mundo de cabeza por la forma en que Él decidió traernos salvación. Vemos ese énfasis en el canto de María, una alabanza poética llena de gratitud y gozo por la encarnación.
 
Si somos redimidos por el Hijo de Dios hecho hombre, entonces la riqueza y el poder en este mundo, aunque pueden ser regalos de Dios, no son cosas tan valiosas como parecen. Quienes idolatran el estatus y los bienes, y se sienten superiores por poseer tales cosas que no pueden salvar, son humillados por el evangelio y mostrados tan débiles como realmente son.
 
En contraste, la humildad y pobreza queda irónicamente revestida de valor al ser el ropaje con que el hijo de Dios vino a nosotros, el contexto en donde muestra más su gloria y testifica de la atención de Dios hacia los pobres y débiles. ¡Él se hizo uno de ellos! El evangelio confronta a los soberbios, quienes en realidad son pobres pues no pueden salvarse a sí mismos, mientras a la vez, exalta a los humildes y pobres que pertenecen por gracia al pueblo de Dios.
 
Que Dios decidiera encarnarse y nacer como el bebé de una virgen pobre en una ciudad sin importancia, cumpliendo sus promesas a una nación pequeña y conquistada y sin influencia global, revoluciona nuestra visión de la realidad. Nos muestra cómo nuestra era actual, donde reina el orgullo humano y su superficialidad, se desvanece ante el sistema de valores del reino de Dios: un reino en donde no son bienaventurados los que se creen poderosos, autosuficientes y ricos, sino los que se reconocen pobres, los hambrientos, los que lloran y los que son perseguidos por causa del evangelio (Lc. 6:20-23).
 
Si creemos en el Salvador que se humilló para hacernos bienaventurados conforme a sus promesas, lo que reflexionamos aquí debe reflejarse en cómo vemos la vida en este mundo. ¿Cómo serían nuestras vidas si dejamos que el significado bíblico de la Navidad invierta la forma en que entendemos la riqueza y la pobreza, el poder y la debilidad, la grandeza y la pequeñez, el orgullo y la humildad?
 

DÍA 10: Respondiendo con asombro

“Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Santo es su nombre! De generación en generación se extiende su misericordia a los que le temen”. Lucas 1:46-50

Las fechas navideñas son esperadas por la mayoría de personas con mucha alegría por diferentes razones. Para algunos representan momentos donde creamos recuerdos con las personas que amamos. Pero, la Navidad es más que buenos recuerdos personales. El significado más profundo de la Navidad, con la venida de Jesucristo al mundo, es una manifestación de la gloria de Dios en Cristo que nos lleva a la adoración.

Algunas familias tienen la tradición de decorar de Navidad su hogar mientras disfrutan de un chocolate caliente, galletas caseras deliciosas y cánticos que nos recuerdan al Salvador que nació. Así, deseamos ser intencionales en ayudar a nuestra familia a ver que la Navidad es una oportunidad para unirnos con una misma misión en mente: adorar a Cristo.

Un ejemplo de cómo responder correctamente a la Navidad es el cántico asombroso de María que leemos alrededor del relato del nacimiento de Jesús. Ella se asombró de la gracia del Señor al escogerla para ser la madre del Salvador, ya que ella misma necesitaba de ese Salvador. La gracia de la salvación que María recibió, es la misma que todos los creyentes disfrutamos hoy porque, a pesar de estar separados de Dios y muertos espiritualmente, fuimos escogidos por Dios para ser salvados por Cristo. Por ello, podemos unirnos al asombro de María causado por nuestro Dios poderoso, Santo, cuya misericordia es eterna.

¿Qué tal si este año oramos para que Dios nos dé un mayor asombro por el glorioso nacimiento de Jesús? Si deseamos cultivar asombro durante la Navidad, seamos intencionales en lo que hacemos como familia para tener una mayor visión del significado de esta celebración. Deleitémonos en Dios y en su gracia que nos lleva a engrandecerlo con nuestras almas.

DÍA 9: El vástago de justicia

“Del tronco de Isaí brotará un retoño; un vástago nacerá de sus raíces. El Espíritu del SEÑOR reposará sobre él: Espíritu de sabiduría y de entendimiento, Espíritu de consejo y de poder, Espíritu de conocimiento y de temor del SEÑOR. Él se deleitará en el temor del SEÑOR; no juzgará según las apariencias, ni decidirá por lo que oiga decir, sino que juzgará con justicia a los desvalidos, y dará un fallo justo en favor de los pobres de la tierra. Destruirá la tierra con la vara de su boca; matará al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será el cinto de sus lomos y la fidelidad el ceñidor de su cintura”. Isaías 11:1-5
 
Isaías vivió en una época oscura donde no parecía haber salida para el pueblo de Dios. El reino se había dividido. Israel sería llevado cautivo por Asiria a causa de su pecado, y Judá, por su idolatría y religiosidad, también sería llevada cautiva por Babilonia (Is. 39:6-7). ¡El panorama era muy desalentador!
 
Isaías muestra una figura que ilustra lo que sucedía. Ese árbol cortado y seco, al parecer sin vida, representa la promesa que Dios le había hecho a David de levantar a un descendiente suyo, cuyo trono duraría para siempre (2 S. 7:12-13). Pero a causa del pecado del pueblo, ese plan divino parecía perdido y el pueblo sería llevado al exilio.
 
En medio de los escombros, Isaías nos recuerda la gracia de Dios. En medio de la oscuridad, una luz brilló. De aquel tronco infecundo, Él traería vida (Is. 53:2). De la situación más sombría y desesperanzadora, Dios levantó al Rey de reyes y Señor de señores. Isaías nos habla del llamado y la autoridad absoluta que Él tiene para gobernar, con su capacidad para juzgar con justicia y equidad, tanto al malvado como al pobre.
 
Sea cual sea la situación que estés atravesando, no existe un panorama lo suficientemente oscuro y desalentador en donde Dios no pueda obrar su perfecta voluntad y cumplir fielmente sus promesas. En medio de las adversidades somos tentados a juzgar el obrar de Dios y perder la esperanza. Pero recuerda que, el Señor no juzga por lo que ve o lo que oye, sino que obra de acuerdo a su justicia y soberanía. Descansa en el cuidado del Mesías prometido que ya lo celebramos como presente en esta Navidad.

DÍA 8: No está callado

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo. Él, que es el resplandor de su gloria, la imagen misma de su sustancia y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles cuanto que heredó más excelente nombre que ellos”. Hebreos 1:1-4
 
El autor de Hebreos presenta una de las introducciones más imponentes del Nuevo Testamento: ¡Dios no está callado!; Él ha hablado mucho, de muchas maneras y desde tiempos inmemoriales. Dios habla desde la primera página de la Biblia y dice: “Yo hice la tierra y creé al hombre sobre ella. Yo extendí los cielos con Mis manos, Y di órdenes a todo su ejército” (Is. 45:12).
 
Dios también habla para que conozcamos su carácter: “Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad” (Sal. 86:15). En su bondad, nos habla para conocer su voluntad para nosotros. Cuando Moisés entrega los mandamientos al pueblo, les dice en nombre de Dios: “he puesto ante ti la vida y la muerte… Escoge, pues, la vida para que vivas… amando al Señor tu Dios, escuchando Su voz y allegándote a Él…” (Dt. 30:19-20a).
 
Jesucristo es la manifestación más gloriosa de su Palabra. El Señor nos habla hoy a través de su Hijo, el verbo de Dios, de quien Juan nos dice: “Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn. 1:3). El universo fue creado por medio de Él, quien es su único heredero (Col 1:16). Cristo manifiesta la gloria de Dios y goza de dominio sobre todo a través de su Palabra (Jn. 1:14; Col. 1:17).
 
Jesucristo es el Hijo Eterno de Dios, la misma esencia y la expresión visible de la naturaleza divina (Jn. 1:18). El Dios que se hizo hombre y fue a la cruz por ti y por mí; se humilló hasta la muerte por su pueblo y ha vuelto a su trono celestial desde donde gobierna el universo, pero las marcas de su amor desplegado en la cruz permanecen en sus manos y pies. ¿Cómo no rendirnos en adoración ante su presencia en este mismo momento?

DÍA 7: Complacido en Él

“Hagámoslo como te digo, pues nos conviene cumplir con lo que es justo —le contestó Jesús. Entonces Juan consintió. Tan pronto como Jesús fue bautizado, subió del agua. En ese momento se abrió el cielo, y él vio al Espíritu de Dios bajar como una paloma y posarse sobre él. Y una voz del cielo decía: Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él”. Mateo 3:15-17

El hecho de que Jesús iniciara su ministerio con la aprobación pública de su Padre celestial sentó las bases para todo lo que hizo luego. Su Padre testifica estar complacido con Él antes de que empezara su ministerio público y completara la obra para la cual dejó el cielo y asumió la vulnerabilidad humana.

Muchos creyentes nos vemos tentados a encontrar nuestra identidad en el servicio dentro o fuera de la iglesia y necesitamos recordarnos dos verdades importantes. La primera, es que el Padre se complace en Jesús y, por ello, también en nosotros. A quienes fuimos declarados justos ante Dios por la fe en Cristo, se nos ha puesto en nuestra cuenta el carácter perfecto de su Hijo (Ro. 5:1). Somos aceptados en Él. El Padre nos mira “en Cristo”, con el amor, la aceptación y complacencia que declaró hacia Él.

La segunda, es que el Padre se complace en su Hijo antes de lo que Él hace públicamente. Podemos tener la tentación de buscar continuamente la aprobación de Dios basándonos primero en nuestro servicio. Pero en realidad el servicio es una consecuencia y expresión de obediencia por amor, una demostración agradecida de la obra de gracia a nuestro favor, es la expresión de los dones dados. No es la base de su complacencia. Eso nos recuerda que siempre nos quedaremos cortos por nuestros méritos, pero en Cristo somos completamente aceptados.

Si has notado que tu identidad no descansa completa y únicamente en la vida y obra de Cristo, habla con Dios sobre esto. Pídele que puedas encontrar gozo e identidad en esta verdad: porque estás “en Cristo”, el Padre ahora se complace en ti. Descansa en Él durante esta Navidad recordando que Cristo vino para vivir una vida obediente, desde el pesebre hasta la tumba que hoy está vacía, para que a través de Él podamos tener comunión con Dios.

DÍA 6: La Trinidad presente en la Navidad

“Mientras él pensaba en esto, he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que ha sido engendrado en ella es del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo; y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Mateo 1:20-21

Existen películas donde la trama presenta a un rey ilegítimo cruel que es derrotado sorpresivamente por el hombre humilde de la aldea, que luego se revela como el rey legítimo.

Mateo nos muestra cómo el Rey legítimo de todas las cosas es el Cristo encarnado, verdaderamente hombre y verdaderamente Dios. El Evangelio de Mateo inicia con una genealogía que enlaza a Jesús con la dinastía de David y nos muestra cómo Él es el Rey prometido en el pasado (2 Sam 7) que reinará eternamente por la intervención del Dios trino. El Hijo de Dios vino para cumplir la misión de redención impulsada por el Padre y empoderada por el Espíritu Santo.

Mateo no muestra una fábula sobre la llegada mitológica de un rey. Su objetivo es presentar la intervención milagrosa real de un Dios trino a favor de su pueblo que está necesitado de un rescate de la esclavitud del pecado. Mateo nos narra cómo Dios Padre envía un ángel para comunicarle a José que la criatura que María lleva en su vientre fue engendrada por el Espíritu Santo. Pocos pasajes de la Biblia pueden llevarnos a una adoración tan profunda como ver al Dios trino actuando con tal misericordia por amor a su pueblo, con el propósito de traer a nuestro Rey que nos salvará.

Por eso, cuando vemos la gloria del Hijo de Dios en un pesebre al venir a este mundo para salvarnos, también debemos ver la presentación de la unidad de la Trinidad en el comienzo de una misión de rescate. En esta Navidad, ¿cómo agradecerás a Dios por la obra de cada persona de la Trinidad en tu salvación?

DÍA 5: Príncipe del cielo

“Porque un niño nos es nacido, un hijo nos es dado, y el dominio estará sobre su hombro. Se llamará su nombre: Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su dominio y la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afirmarlo y fortalecerlo con derecho y con justicia, desde ahora y para siempre. El celo del SEÑOR de los Ejércitos hará esto”. Isaías 9:6-7
 

El pueblo enfrentaba una invasión por parte de Asiria. Las autoridades sembraban el caos producto de sus enredos y alianzas políticas fallidas. El pueblo temeroso estaba sumido en teorías de conspiración que causaban más pánico y ninguna solución. Habían dejado la Palabra fiel de Dios para buscar respuestas en adivinos y espiritistas. En medio de esa realidad desesperanzada, Isaías afirma en nombre de Dios: “No habrá más melancolía para los que estaban en angustia” (9:1). Muchos podrían haber pensado que Isaías estaba loco, pero esto no era un pensamiento positivo del profeta, sino Palabra de Dios.

El mensaje era desafiante porque declaraba que la historia humana no es el fin de la historia. Dios es el Señor de la historia. Por eso Isaías dice que, desde los extremos oscuros de las tinieblas y las sombras de muerte, surgirá una luz resplandeciente y una alegría abundante. Un regocijo que no surgirá por ellos, sino por la presencia de Dios y la victoria divina absoluta sobre el opresor (9:3-4).

Isaías anuncia la llegada de un Niño, pero no un humano cualquiera, sino el Mesías, el Redentor prometido, el Dios Soberano hecho hombre. Contrario a todos los tiranos destructores del mundo, Él será “Príncipe de Paz”. Isaías estaba anunciando con anticipación a Jesucristo, quien luego de morir y resucitar por nosotros en el tiempo divino, ya reina, está sentado a la diestra del Padre y gobierna con el derecho y la justicia desde entonces y para siempre.

Hoy todavía estamos sumidos en melancolía y angustia al enfrentar conspiraciones y enemigos al acecho, pero te animo a que no descanses en tus fuerzas o en los sueños irreales del mundo. En cambio, descansa en el “Admirable consejero, Dios poderoso, Padre eterno, Príncipe de Paz”, quien pagó por tu liberación, ya reina y volverá sin falta por segunda vez.

DÍA 4: Andar en el Espíritu

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Romanos 8:1-4
 
El pecado trae al menos dos problemas para los pecadores: estamos condenados y muertos por el pecado. A causa de la caída hay una imposibilidad legal y moral que nos impide acercarnos, obedecer y relacionarnos con nuestro Creador. Pablo nos dice que nuestra condición de muerte espiritual y culpabilidad ante Dios ahora es cambiada por aceptación, perdón, libertad, vida y justicia. No hay condenación para los que están en Cristo.
 
Las demandas de la ley eran imposibles de cumplir por nosotros debido a nuestra debilidad e inclinación hacia lo malo. Además, la misma ley que exige obediencia también exige castigo al desobedecerla. Debido a esto, Dios envió a Su Hijo para que por medio de su vida, muerte y resurrección, cumpliese por nosotros todo lo que se requiere para que seamos perdonados y recibamos su favor. Cristo se hizo hombre para castigar el pecado en su carne y así librarnos de su poder. El requisito legal y moral para entrar en una correcta relación con Dios es provisto enteramente por Él. En Él tenemos el perdón, la justicia y el poder que nos hace libres para que vivamos para el Señor.
 
Estas buenas noticias de salvación nos motivan para vivir en obediencia, pero el evangelio es mucho más que una motivación. La gracia de Cristo provee, el fundamento y la capacidad para una vida que agrada a Dios. No hay condenación para los redimidos, somos libres del pecado por el poder del Espíritu que nos dio nueva vida y, tenemos la justicia de nuestro Señor por la fe. Hoy podemos andar en el Espíritu. Cristo vino para asegurar esta realidad y nos alienta al reflexionar en esto durante la Navidad.

DÍA 3: Jesús es mejor

“El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de Él y clamó: “Este era del que yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí, porque era primero que yo”. Pues de Su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él lo ha dado a conocer”. Juan 1:14-18
 
Los israelitas vivieron en Egipto por 400 años como esclavos. Ellos clamaron a Dios por rescate y Él los oyó. Envió a Moisés para librarlos, pero Moisés no era la salvación. Dios los salvó por su gracia, mediante Moisés. Allí les dio un regalo, la Ley, y les mostró cómo relacionarse con Él. La ley era la forma en que podían mostrar su lealtad a Dios a través de la obediencia, pero ellos se rebelaron. Moisés fue un vehículo de la gracia de Dios que apuntaba al día en que la gracia cobraría forma humana.
 
Moisés fue mediador en el pacto de la Ley, pacto que no pudimos cumplir. Fue un mediador imperfecto, que pecó y murió. Sin embargo, Cristo es un mejor mediador que Moisés y mejor que el sacerdocio establecido en el Antiguo Testamento, Él es el mediador perfecto y eterno, “poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos. Porque convenía que tuviéramos tal Sumo Sacerdote: santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores, y exaltado más allá de los cielos” (Heb. 7:25-26).
 
En Cristo, son hechas realidad la gracia y la verdad. Con Moisés, Dios hizo un pacto; en Cristo, nos dio la máxima y mejor expresión de su fidelidad al pacto. En el pacto con Moisés, Dios reveló quién era, su carácter. En Cristo, culminó la revelación de Dios. Él es el nuevo pacto.
 
Moisés vivió como siervo, Cristo vivió como Hijo. Moisés fue profeta para ellos, pero les anunció un profeta mayor, Cristo. Moisés fue grande, pero el Verbo encarnado y que vino a nosotros en la primera Navidad es mejor; y en Él tenemos nuestra esperanza.
 

DÍA 2: Hijos de Dios

“Vino al mismo mundo que Él había creado, pero el mundo no lo reconoció. Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en Él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios”. Juan 1:10-12
 
El mismo Creador de todas las cosas caminó en medio de su creación. El Sustentador de todo fue un pequeño niño sostenido en los brazos de una mujer que Él mismo formó. El Rey de todo se despojó de todo. El que amó al mundo fue rechazado por el mundo. Aquel que conoce los detalles más íntimos del corazón de cada ser humano fue tratado como un desconocido. Y aún nada de esto fue un estorbo para cumplir su plan ni alteró su misión. Lo hizo porque quiso, en un acto voluntario; Jesús ensució sus pies con el polvo que llena la tierra, aunque podría juntarlo todo con tres dedos (Is. 40:12); Jesús decidió permanecer en silencio ante las autoridades que lo acusaban, aunque “Él convierte en nada a los poderosos” (Is. 40:23).
 
La humildad, la vulnerabilidad, el rechazo y el desconocimiento no fueron impuestos sobre nuestro Salvador. El Señor se hizo siervo voluntariamente porque se deleitó en mostrar su gran amor, aunque ninguno de nosotros lo merecemos.
 
El Creador se acercó a tocar a los que eran considerados intocables y los sanó, restaurando así el orden que el pecado le robó a la creación. El sustentador fue afligido hasta la muerte, experimentando en carne propia la debilidad y el sufrimiento como cordero perfecto y como nuestro sumo sacerdote. El Rey se puso de rodillas y lavó los pies de quienes lo traicionarían. El que amó al mundo, lo escuchó gritar “¡crucifícalo!” (Lc. 23:21). El que nos conoce desde la eternidad, el que ve las profundidades más oscuras de nuestros corazones pecaminosos, fue a la cruz y dijo “consumado es” para pagar por nuestra maldad.
 
¿Existirá un amor mayor que este? El sacrificio del Hijo Unigénito es lo que hoy nos permite ser llamados hijos. La vida perfecta, muerte sacrificial y resurrección victoriosa de Cristo nos ha dado el derecho de correr hacia Dios y ser abrazados por el Padre. No se trata de cuánto nos esforcemos en portarnos bien ni de parecer perfectos, se trata de quien Jesús es y lo que Él ha hecho a nuestro favor. Hoy podemos caminar como hijos, Cristo nos dio el derecho de llegar a serlo. Deja de huir y mirar tu insuficiencia. Contempla la suficiencia del Creador y Sustentador; contempla la suficiencia del Rey que te conoce y te ama.
 

DÍA 1: Prepara tu corazón

“Él irá primero, delante del Señor, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con los hijos y guiar a los desobedientes a la actitud de los justos. De este modo preparará un pueblo bien dispuesto para recibir al Señor”. Lucas 1:17

Elías y Juan el Bautista fueron hombres dedicados a la predicación, llamando a las personas a arrepentirse y volver a Dios. Ambos vestían de forma ruda, pero vivían una conducta intachable que hasta sus enemigos reconocían. Incluso Jesús elogió a Juan y confirmó que este era “el Elías había de venir” (Mt. 11:7-15). Y aunque el ejemplo de Juan, el Bautista, debe alentarnos, más debe admirarnos el trabajo de Dios por medio de él. Debemos reflexionar en el Espíritu que obraba en su ministerio y en nuestro llamado a prepararnos para ser un pueblo siempre dispuesto a adorar al Señor.

El Espíritu Santo fue quien anunció por medio de los profetas sobre Cristo, sus sufrimientos y su redención. Fue el Espíritu quien despertó nuestro endurecido corazón para que podamos ser sensibles al amor de Jesús. Aunque apenas lo logramos entender, nos dio vida y nos llevó a encontrarnos con Él (Jn. 3:5-7). El Espíritu Santo hace esta obra a diario a través de su Palabra, iluminando nuestros corazones para que podamos ver a Cristo. ¡Y cuánto más en esta época tan especial debemos fijar nuestros ojos en Jesús, el motivo y centro de la Navidad! Que sea el Espíritu quien prepare nuestros corazones.

Mientras más se acerca la fecha, busquemos a Cristo en las Escrituras. Anhelemos que nuestros corazones sean capturados por la hermosura del evangelio, por el amor de Dios demostrado en la cruz y la importancia de su encarnación en este plan de redención. Que el mismo Espíritu que anunciaba a Cristo por los profetas y que lo reveló en las Escrituras, ilumine nuestros corazones con Cristo y estemos preparados para celebrar su primera venida y esperar la segunda.